jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuando el coraje es inevitable

Hay ocasiones en las que vivimos injusticias que nos llenan de coraje, frustración y hasta rabia. Especialmente si sabemos que hemos sido blanco de opresión, mentiras y mal intención. Sentimientos como el coraje afloran y es totalmente normal. Sentimos ganas de llorar o ganas de gritar. Quizás sentimos ganas de tirarnos en la cama a llorar y llorar y llorar porque no hay nada que podamos hacer para arreglar lo que nos molesta.

Así me siento yo hoy. En las últimas semanas he estado pasando por momentos sumamente difíciles en el trabajo en donde he tenido que pedir ayuda y reclamar apoyo. Aún cuando las partes responsables han reconocido que no han podido ofrecer lo que necesito por no saber hacerlo, mi pedido se ha convertido en una oportunidad para represalias basadas en mentiras.

Tengo mucho coraje porque he tratado de aclarar las mentiras sin ningún éxito. Quien inventó la mentira se salió con la suya porque le creyeron.

¿Qué hago ahora? ¿Cómo libero mi mente, mi corazón y mi cuerpo de este tóxico veneno? ¿Cómo encuentro paz y balance otra vez? ¿Qué hago con toda esta energía negativa que paraliza mi espíritu y me ha drenado las energías del cuerpo?

El primer paso es haber escuchado a mi hermana Wally, cuando me dijo: desahógate, escribe en el blog, haz lo que tú le aconsejarías a otra persona pasando por una situación similar. Así que aquí estoy.

Comparto esto en el blog, porque me da la oportunidad no sólo de sacármelo de adentro, sino que también me permite reflexionar sobre cómo caminar hacia un estado más sano, liberando el coraje de mi mente y cuerpo, tomando acciones positivas que me resulten en pensamientos positivos.
En el Salmo 34:21 dice: "Al malvado lo destruye su propia maldad; 
y los que odian al justo recibirán condenación."
¿Tendré yo que preocuparme por la justicia que hace falta? Me parece que la misma porción de ese salmo afirma lo que conocemos comumente como "lo que aquí se hace, aquí se paga."

Levantaré mi frente bien alta porque en mi corazón sé que no he sido responsable, sé que yo he dicho la verdad de los hechos y aunque no me creyeron, Dios, que todo lo ve y que conoce los corazones sabe quién está mintiendo. ¿Debo preocuparme más por eso?  Creo que no.

Aún cuando todavía siento que he sido humillada y falsamente acusada, lo cual ha dejado un sentimiento de ineficacia, buscaré paz, reclamaré paz, declararé paz, afirmaré paz, viviré en paz y daré ejemplo de paz. Le pido a Dios que como resultado yo pueda ser gratificada con un nuevo lugar de trabajo en donde hayan relaciones laborales saludables y donde permee el respeto, un gran sentido de compasión y respeto para el prójimo. Que así sea...Amén.

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