jueves, 12 de enero de 2012

Hoy me digo...

¡El Señor lo es todo para mí;
       por eso en él confío!
 El Señor es bueno con los que en él confían,
       con los que a él recurren. (DHH Lamentaciones 3:24-25)
Jeremías continuamente pensaba y hablaba de su miseria, de cómo era castigado y de cómo sufría. ¡Con razón estaba deprimido! El había vivido eventos muy tristes en su vida que le causaron mucho luto y dolor. Sin embargo, su elección y decisión de seguir pensando y hablando de estos eventos dolorosos era lo que le hacía quedarse ahí, sin moverse de ese lugar de dolor. En el momento en que él cambia su discurso y la manera que se habla a sí mismo, es cuando comienza a cambiar y a sentir esperanza. Versos 21-23 dicen:
Pero una cosa quiero tener presente
       y poner en ella mi esperanza:
 El amor del Señor no tiene fin,
       ni se han agotado sus bondades.
 Cada mañana se renuevan;
       ¡qué grande es su fidelidad! 
Con su cambio en discurso, cambian sus emociones. Es por eso que debemos cuidar lo que decimos y lo que pensamos. Nuestra conversación con nosotr@s mism@s determina cómo nos sentiremos. Muchas veces se hace difícil cambiar la "canción" o el "lamento," pero se hace necesario que de forma consciente nos movamos hacia otra dirección con nuestras afirmaciones.

Ponlo a prueba tú mism@. Cierra los ojos. Respira hondo. Escoje una  afirmación positiva que contradiga algún pensamiento negativo que te ha estado dando vueltas en la mente. Quizás hasta ya lo hayas expresado con tu boca. Hoy lo vas a erradicar y a vencer con una afirmación positiva. Hazla tu mantra. Repítela en tu mente con los ojos cerrados. Luego, con los ojos cerrados aún, dila en voz alta cuantas veces sea necesario. No olvides respirar hondo mientras repites tu mantra. Respirar hondo te ayudará a balancear tus emociones y a sentirte relajad@. Decide ahí mismo, que esa será tu mantra por el tiempo que necesites, de manera que cuando llegue el viejo pensamiento negativo a rondar tu mente, repitas tu mantra. Haz un compromiso contigo mism@ de que recordarás y repetirás tu mantra y abre tus ojos.

Obviamente mientras hacías ese ejercicio nada cambió a tu alrededor, ¡pero tus emociones cambiaron! Nuestros pensamientos crean nuestras emociones. No es lo que ocurre a nuestro alrededor lo que afecta nuestro comportamiento; es lo que creemos de lo que ocurre lo que importa. Si enfocamos en los hechos relacionados a un mundo fuera de control, nos comportaremos de cierta manera. Si enfocamos en un mundo bajo el control de un Dios Todopoderoso, nos comportaremos de forma diferente.